miércoles, 3 de julio de 2024

Salud mental: capitalismo y medicalización

El consumismo y capitalismo moderno ha generado una crisis de salud mental, enfocándose en la medicalización en lugar de abordar las raíces de los problemas.

Si bien la medicalización puede jugar un papel crucial en el tratamiento de ciertos trastornos mentales, es esencial que esta se complemente con una evaluación psicológica integral. La combinación de intervenciones farmacológicas con enfoques terapéuticos permite una comprensión más completa de los problemas subyacentes, facilitando un tratamiento más efectivo y personalizado. La psicología aporta herramientas valiosas para abordar las raíces del sufrimiento y para desarrollar estrategias que promuevan el bienestar a largo plazo, asegurando que los tratamientos no solo alivien los síntomas, sino que también fomenten una mayor estado de bienestar en las personas que asisten a los servicios de salud mental.

A pesar de que en la actualidad se habla más de salud mental, el sistema actual prioriza los tratamientos farmacológicos para los problemas psicológicos. Este enfoque ha creado una población con problemas psicológicos "sedada", que aborda la angustia y las alteraciones de las emociones con fármacos, en unos casos "bien" medicados y en otros incluso con la ilusión de pseudofármacos recetados incluso no por médicos psiquiatras, sino por distintos profesionales que ofertan placebos que promueven bienestar psicológico, más que por el efecto de la "medicina" por el cambio de la percepción de bienestar que aumenta por la atribución que la persona le asigna a la ingesta de la medicina.

La tendencia hacia la medicalización se intensificó en la década de 1980, cuando el sufrimiento humano comenzó a ser visto como un problema interno en lugar de una reacción a las circunstancias externas.

Los manuales diagnósticos contribuyeron a esta crisis, al ampliar las definiciones de trastornos mentales, lo que facilitó la clasificación de más personas como enfermas. Esto resultó en un aumento significativo en el uso de medicamentos, alimentando un mercado lucrativo. 

La medicalización excesiva desvía la atención de las verdaderas causas del sufrimiento humano, que a menudo están enraizadas en el entorno socioeconómico. El sufrimiento debe ser visto como una protesta legítima contra las circunstancias adversas en la vida cotidiana, no simplemente como un problema químico o cognitivo-emocional.

Un ejemplo de la conexión entre el entorno y la salud mental se observó durante la pandemia de COVID-19. Las tasas de depresión fueron significativamente más altas entre las madres solteras que vivían en sectores vulnerables en comparación con las familias de clase media en áreas residenciales. Este fenómeno subraya cómo las condiciones de vida y la capacidad económica influyen en la salud mental.

Después de la pandemia de COVID-19 cambió la percepción de la salud mental, mostrando que las circunstancias externas tienen un impacto significativo. Aunque hubo intentos de medicalizar la respuesta a la pandemia, muchas personas comenzaron a reconocer que su angustia era una reacción a las condiciones socioeconómicas y de salud. Esta conciencia debe desafiar la dependencia excesiva y en primera instancia de los tratamientos farmacológicos. Nos debemos motivar en fomentar una comprensión más compleja de la salud mental, que incluya lo farmacológico en las situaciones que corresponda, pero que no desvíe el verdadero interés de las causas del sufrimiento humano, la cual regularmente se encuentra en la construcción subjetiva del malestar por las pobres y escasas condiciones materiales en que vivimos.

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